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Un alma muere, olvidada, tal vez en algún rincón cercano a
mi soledad porque escucho sus gritos. Sus
lamentos son opacados con el abigarrado entorno, paisajes, mares, cielos y
estrellas, todas estas cosas son propias de los sueños, son mías, así como la desolación
y la desesperanza.
La herética luz que despide una vela con un fuego tan trémulo
como mi alma, envuelve mi habitación, solo puedo ver donde comienza el papel y
donde termina, garabateo letras ilegibles que al final se convertirán en algo.
Roso la punta de tus
pies, fríos y con las uñas aun pintadas de ese color rojo, el mismo color que
usaras el día que me dijiste adiós. Siento tu pecho, la oquedad que hay en tu corazón
es reconfortante, no hay latido alguno, no hay señal de vida. Tus labios, callados,
tu cabello, sin aroma, mi corazón, marchito y nuestro amor, olvidado por el
tiempo.
Me detengo en tu cuello, tan delicado como lo recordaba,
quisiera darte mi aliento, mi vida, quisiera despertarte de tu letargo, pero
no, ángel caído, hoy no. Solo quiero que recuerdes mis palabras, yo recuerdo
las tuyas, te amo y por eso debo dejar que descanses, libre en el abismo, el
mismo abismo al que estamos destinados todos. Algún día comprenderás, espero
que ese día no tarde mucho.
Te devolveré intacta a tu lugar de descanso, duerme, espera
por mí, llora y vuela, porque tu llanto lo escuchare en las noches
crepusculares y tu vuelo me dará el aire suficiente para seguir, te recuerdo y
siempre lo hare, ángel caído…llora.