Cómo y a qué horas llego
para que me invites una copa, para que nos perdamos en la compañía de los ojos,
de los labios. Cómo para que indague en tus aguas, en ese manantial cercano. A qué horas para que me abras las puertas de tu cuerpo.
Dónde es tu lugar para volverlo mundo y que el
pasar de las horas ya no exista o exista lejano a nosotros. Cuándo para morir y
renacer en un solo parpadear, a un mismo tiempo.
No hay horario pertinente,
no un lugar escogido, no una forma de hacerlo. Simplemente es llegar y no
pensar en nadie, estar y dejar de ser lo que decimos. Es reír con los labios
cerrados y hablar en silencio. Es quemar la piel con miradas, curarla con
caricias, adornarla de besos lentos y pacientes.
Te invito a llenar el
espantoso silencio con nosotros. A dormir recostados en la sombra de una habitación
que será camino para llegar a tierra firme.
Será un mundo donde solo
caben dos y no faltará nada. Nos sobraran palabras, no las necesitaremos. Los
escritos se los regalamos al viento. Juntos escribiremos en nuestro
espacio con ese lenguaje inventado de cuerpos.
Las vocales arqueadas de la
espalda, las consonantes temblorosas de cada caricia sobre tu pecho, de la cercanía
de dos pieles tomaremos los acentos y así crearemos un abecedario propio.
Nos dará por pintar el aire
color suspiro. Recorreremos mutuamente el cuerpo y existiremos más allá de las
comisuras de los besos.
No habrá sed. No hambre mas
que de ti y de mí.
Tocaremos el borde de la
muerte y volveremos sin miedo a la nada. Sin cortinas mostraremos el tiempo. Los espejos
nos reflejaran; transparente el alma, transparente el cuerpo.
Al final leeremos lo que
previamente fue escrito y sabremos que entre tú y yo, desde ahora, no habrá más
secretos porque nos habremos visto el alma desnuda sin cuerpo y la desnudes del
cuerpo lleno de más de un alma…
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