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Tantas otras veces he hablado de ti, cada día que pasa veo
tu rostro difuso en mi bruma matutina y parece que olvidé de donde vienes, no
se a donde vas, no se si voy contigo, soy un tonto hablándote a la distancia,
hablando palabras al viento sin decir nada.
Te conozco tan bien, compañera, que podría aventurar mis desvaríos
a decir que hoy pensaras en el trabajo, en la escuela, en tu tiempo, en tu
lugar, pero no pensaras en mí. Tal vez debo hacer una confesión y aceptar que
tengo miedo, que tengo miedo a tu fragilidad, tengo miedo a entregarte mi amor
en un abrazo y adornarlo de fuego, tengo miedo a que no pienses en mí como yo
pienso en ti.
Sí, compañera, tengo miedo.
Me da miedo ver tus ojos y reflejarme en ellos, saber que a
la vuelta de un parpadeo tienes miles de formas de decir te quiero, tú al
parecer no tienes miedo. Somos tan diferentes, pero a pesar de ello somos tan
propensos a necesitarnos, aunque hablo por mí cuando digo eso y quizá esto
nunca sea cierto.
Tus palabras las sé de memoria, esas manías en tu lenguaje
que poco a poco he tratado, en vano, de no adoptar, pero acabo por volverlas mías
y a cada palabra que pronuncio te recuerdo. Compañera, pienso en ti a cada
segundo. No es mentira que tengo miedo, pero tampoco que eso no me impide
pensarte, quererte y necesitarte como lo hago.
Quiero sentirte cerca, sentirme frágil y expuesto a tu lado,
quiero expresarte, como puedo, lo que siento, quiero gritar que estas aquí conmigo.
Quiero tantas cosas, compañera.
He hablado contigo y tal vez no te demuestro miedo, pero que
no demuestre no significa que no lo siento, esa sensación nunca se va, será porque
contigo puedo ser realmente sincero, la sinceridad y transparencia es una
fortaleza dicen, entonces que alguien me explique porque tengo miedo.
Mi pasado esta desfigurado, las marcas del tiempo son
notorias, pero eso no me preocupa, me preocupa que como ayer puedas existir en
un suspiro y olvidarme en un te quiero…
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