Ahora que vuelvo a estar solo el escenario donde alguna vez compartimos ese ser humano tierno, quizás indefenso e infantil, que fue ella y aqueste tipo que es mi ser propio; luce demasiado deprimente. Juntos soñábamos un futuro mejor, donde la unión de los años daría riqueza al amor. Ese futuro de miradas y besos, de platicas largas cotidianas y de almas juntísimas ha desaparecido hace poco, o más bien, ha comenzado a perderse en la linde de este presente.
Vine a este lugar porque me ha traído el recuerdo de las felicidades vividas. Una lluvia ligera adorna esta imagen que miro. Banquitas, columpios, gente, un olor a pasto, un sabor a ese cuerpo nostálgico, un deseo, una querencia; palabras fantasmas que trastornan mi día a día. Sigo los pasos que di, pero entre más voy siguiéndonos el frío me invade, presagio de que estoy haciéndolo mal.
La realidad me muestra su cara cruel, lo poco que importa al mundo el perder dos amantes. Lo más terrible e impresionante fue que todo siguió su curso, me di cuenta de que no solo era yo y ella lo más importante, ni mucho menos que el amor es eterno. Comprendí que todo muere y debe morir, es lo justo, para haber vida debe de existir el final de algo, de alguien. Un equilibrio que pocos entienden, y lo he marcado con el singular significado de la crueldad, así me pareció, así fue, así terminó una etapa más para mí.
¿Y ella? Por más poderoso que nos sintamos el olvido es más. Y no quedará más esta sensación de llevar consigo un alma muerta en un cuerpo demacrado.
Un silencio recio y una feroz herida hecha de aire corrompe el cielo que percibe mi lenta y cansada vista. Un hormigueo en el corazón es el vivo esfuerzo de dar un paso más alrededor de este lugar, donde aun respiro su aliento a flores y guardo su caricia más bella en mi alma.
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