viernes, 4 de abril de 2014

¿Estamos dormidos? (Ethos)

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Nos han puesto en una memoria que reconoce poco aunque la escuela diga que es mucho. Ante cada emprendimiento no se puede hacer de un lado el dilema, se puede sin embargo indagar en los anales del tiempo. La visión afirmativa de nuestra historia es pequeña ante el desdén y su humanismo vendido.

Al principio podemos salir del tiempo, dormir en nuestro sueño, aunque sueño ya es decir mucho, creo, sin embargo, que no es nuestro; desaparece cuando no lo reconoces o cuando no lo aceptas, es entonces que deja de ser tuyo, mío, de ellos, pasa a ser de la bóveda onírica a la cual nadie tiene acceso. Al final sólo lo vemos dispersarse, desaparecer dentro de nuestro marasmo, no hay quien pueda decir algo con firmeza y certeza dentro de nuestro disfraz de soñadores.

Y es que mi sueño ha quedado en desuso por exceso de uso, el dilema aquí es que todo pasa; el tiempo, problemas, la edad, mis ideas. Puedo verlo, pero no tocarlo. Es simple observar que, como dije, todo pasa, pero aún no ha habido nadie que nos pase la factura, si me preguntas, seria mejor pagar por todo, así disfrutaría de mi tiempo, mis problemas, mi edad y mis ideas; ya no pasarían sin darme cuenta. Aún reconozco la cara distorsionada por mi pasado anacrónico, esa cara que me mira con los ojos del niño que se perdía más en un libro que un juguete, el mismo que hoy se sigue perdiendo en las letras como si fuesen el hogar temporal y atemporal de una vida.

Me veo a mi mismo, observo que he crecido, y junto con migo también mi vocabulario, mi grafía, mis sueños, expectativas. Toma un recuerdo y viértelo en un vaso, los hielos solo son si quieres que permanezca fresco, bébelo, degústalo y al final observa como lo desechas; tal pareciera que así funciona nuestra memoria.

Los recuerdos caen a oleadas, pero así como vienen se esfuman. No podemos tapar el hecho evidente, recordamos a placer lo que queremos y olvidamos sin querer casi todo; somos unos seres interesados en nosotros, somos parte de esa palabra que usamos muy a menudo: escoria.


Olvidamos que dentro tenemos mucho, no somos robots programados, pero preferimos dormir en nuestra propia sombra, ni siquiera un aforismo nos pone reflexivos. No hay que dejar de ver el horizonte, hay días que la nubes lo eclipsan, se nos disemina el paisaje y creemos que lo tenemos, pero lo hemos perdido.

Nunca podemos hablar dormidos con la suficiente fuerza para que alguien nos oiga.




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