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¿Cómo darle carne y vida a un fantasma? Como un sacrificio póstumo a una felicidad amorosa he colocado en el recipiente del tiempo gotas de sangre, páginas de mi cotidianidad, y el largo sufrimiento de olvidar; para que se levente y ande el más real de mis sueños. (Y ahora que veo las heridas que me han sanado pienso en esos perros románticos que lamen con gran incertidumbre su dolor). El duelo y el entierro, un panteón en la conciencia donde van a parar esos momentos. Imágenes en el sueño, viajes inconexos de la realidad, desdichadas luces del amanecer, trágico recuento de los insomnios ¡Oh, tantos recuerdos que vuelven! Pero nada hay que repare esto. Muchos dicen que el tiempo lo repara todo, mas ahora el tiempo es el problema. Deberían de ver como se llenan de cartas tan vacías (porque no sé si ella volverá leer las cosas que le escribo de puño y letra) la habitación.
Y sin embargo estoy feliz, pero los rituales de reencarnación a mitad de la noche reproducen las imágenes más sombrías de mi tiempo, de la modernidad y del espectáculo de la luz de la luna, que no hay ahora, que no ha habido hace mucho. Ahora realzar los vagos planes, de lo que se nos va de nuestro abrazo más fuerte, se vuelven productos de una mente loca... o destruida, insoportable trauma.
Los sonetos, los barcos que se asoman en el horizonte, las puertas a las que nunca he de entrar, las sombras de los valles, la luz de la mañana, libretas naranjas, máscaras de papel, una guitarra que no tiene cuerdas, botellas vaciando su alcohol en el olvido... y hoy quiero revivirte, hoy quiero que vuelvas a mí y saber que nada ha sido real, nada por qué morir. La mitad del día sabe a ti... la pequeña filosofa secreta, la mujer inocente, la escritora refugiada en su verdad, la consciente, la que comienzo a olvidar.
"Los perros románticos" aún andan y andan por ahí. Excelente escrito, trae bastantes recuerdos, tal vez la mujer no ha olvidado por completo.
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