Me encierro de nuevo en una jaula imaginaria, en una especie de caja donde sólo quedo yo y mis interminables pensamientos de autodestrucción. La noche se me presenta luego como un sufrimiento porque no he podido dormir en paz, el insomnio me atrapa tan fácilmente. ¿Qué es lo que no me hace dormir? No lo sé. Pero estoy despierto sin hacer nada que me haga sentir lo suficientemente cansado para recostar en la almohada mi cabeza, dentro de ella un laberinto de posibilidades se me presenta para mañana, sé que hago mal en levantarme y ver su retrato, los ojos de la muerte al lado de mí. Curioso es el hacho de que la muerte no me diga que debo dormir, sino estar más despierto de lo que suelo estar, me digo a mí mismo que pronto vendrán tiempos de paz y de gran pesar, un balance entre las cosas positivas y negativas. Y hoy no tengo sueño, escribo en los papel ya llenos de tinta una frase más, una pequeña oración que es un libro completo si lo junto con todo lo que escribí antes en noches así. ¿Para quién escribo en esas noches?
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