domingo, 11 de septiembre de 2016

Cuesta, historia del olvido.


Ayer por la noche leía la historia de Cuesta. Me asombró tanto la melancolía de este poeta al que le sobraba tristeza, al que le faltó tiempo y que sufrió de amor tanto como de locura. Me asombró su decisión, la escritura del último poema, su tumba olvidada por todos, que paré inmediatamente la lectura; de un salto fui a la cocina, prendí la cafetera, esperé pacientemente, preparé mi bebida con dos de azúcar como me gusta y regresé—ya un poco más tranquilo—a la silla donde leía. Estuve por un momento viendo los ojos del poeta a través del humo del café caliente. Vi su cuerpo inmóvil, sus manos vencidas, aquella habitación que guardará por siempre los secretos de su suicidio.
Y pensé.
Pensé mucho sobre la muerte y el olvido. Mientras daba sorbos pequeños para no quemarme la boca, una frase cruzó mi mente. El poeta hablaba desde el otro lado del recuerdo: “Despierto en mí lo que he sido/para ser silencio y nada”. Juro que escuché sus palabras más como un eco que como un susurro. Me arropaba en la soledad su presencia.
Esa lapidaria sentencia de muerte y olvido donde el olvido duele más que la misma muerte, me hizo sacar un libro ya viejo y polvoriento. Una antología de poesía que tuve la oportunidad de conseguir hace algunos años y que había olvidado en mis repisas. Entonces leí y releí a Cuesta, entendiéndolo en cada verso, sufriendo su locura que no era sino sobredosis de realidad. Llorando, a ratos, sus cartas.
Hace cinco años que lo leí por primera vez. Hace apenas una noche lo entendí por primera vez. 
Fue su canto a ese Dios mineral su última copla, sus versos largos por la espera y tan cortos como los más sagaces aforismos, los que llenan la página y los ojos de lágrimas. El ultimo verso del poema me paraliza, “ése es el fruto que del tiempo es dueño;/en él la entraña su pavor, su sueño/y su labor termina./El sabor que destila la tiniebla/es el propio sentido, que otros puebla/ y el fruto domina.”
Quizá la historia del poeta sea más que sólo historia, quizá sus poemas no deberían ser olvidados nunca, quizá su verdadera obra poética fue su propia vida, quizá yo soy el que ya está loco, no lo sé. De lo único que estoy seguro es que ayer leí la historia de Jorge Cuesta y junto a él me tomé el café más amargo de mi vida, que ni los poemas—o las dos de azúcar—pudieron endulzar.

2 comentarios:

  1. Que crudo es. Sin duda alguna después de leer lo que has escrito me dieron ganas de conocer lo que escribió Jorge Cuesta.

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    1. Su poesía es buena, pero su historia es mejor. Te recomiendo el libro "A pesar del oscuro silencio" de Jorge Volpi, ahí se cuenta su historia de una manera novelada.

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