Hace tiempo que he pensado en todo el carnaval andante que es este mundo, bueno, el mundo que conocemos como nuestro, ese pequeño espacio en el que nos desenvolvemos y, casi sin quererlo, coincidimos con muchas otras personas, que igual que nosotros, viven en este carnaval.
Tiempo atrás en mi pretérito, recuerdo que todo el mundo utilizaba mascaras, triste es que las siguen utilizando, en este carnaval de nuestra vida es común y mas que común se a tomado como algo ortodoxo.
Al tratar de imitar las conductas, tome mis atuendos y mi mascara, quería participar, quería verme tal como querían mirarme.
Al verme con mi mascara en los espejos, en cada gota de lluvia que restalla en la acera, comencé a sentirme vacío, comencé a sentirme menos vivo. Así pasé un tiempo, buscando tras las mascaras a un buen amigo, a esa persona especial con la cual compartir experiencias, pero mi sorpresa fue que detrás de las mascaras a nadie encontré sincero.
Conocí a una chica que, tal como los demás, usaba una mascara, colorida y hermosa, con sus vestidos tan etéreos parecía que tenia la misiva de ser la persona indicada para hacerme sentir vivo, pero tras la mascara, tras sus ojos vacíos, tras sus palabras escuetas, tras su rostro sin rostro, nada halle.
Al platicar con ella, su respuesta fue “así son todos no lo sabias”, al preguntar a cada persona, la respuesta nunca cambio, así que decidido, deje mis atuendos, tire la mascara y no quise participar mas.
Ahora camino, viendo el carnaval desde los ojos de un soñador, desde mis propios ojos, decidí ya no preguntar nada, no decir nada cuando alguien goza actuando, solo observo los remedos de humanidad en los que se han convertido, lo que podrían haber sido y no son, creyendo en su mundo, pero sin gloria ni comprensión.
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