Comenzamos por andar sin rumbo, calles nuevas y rutas elaboradas sin ningún sentido. Hablábamos para conocernos, la música, nuestras historias de amor. Las cosas que nos sucedían eran las más normales, pero tenían un toque especial: el tuyo. Un gato cariñoso que se dejaba tocar soltando mucho pelo, un puente colgante con un arroyo de ciudad, malo. Descubrimos las bancas,las áreas verdes donde recostarnos, donde mirar el cielo y jugar con la hojarasca que el viento desprendía de los árboles violentamente. Vacas, perros, gatos callejeros. Bromeábamos y nos poníamos serios en un mismo día.
Conociste mi casa y junto a eso una secreta relación que nos confundía, que nos alteraba y revolucionaba el corazón. A ratos dejábamos de ser nosotros para ser un solo ser que se toca las heridas a sí mismo. Libros, guitarra, teclado, collage, vídeos, y el lejano sonido de una batería en tu mente.
Vimos como llovía a lo lejos en lo alto del cerro, que siempre se torna misterio ahora que lo veo. Recorrimos ese lugar apartado para ver desde lejos la inmensa ciudad que se despliega en toda la vista. Sabes a montañas, a paisajes de nieve, a bandas de buen con sonido de antes, a ti misma.
Se puede llorar, se puede querer, abrazar tanto, divertirse, torcer dedos y morder labios. Eres tan contraria a veces, y eso es mejor, no te encierras en un solo sentimiento. Diversificas tu día a día. Mis manos enamoradas recorren tu ser, te pintan ante mis ojos.
No todo los días apareces en mis sueños, no es necesario, porque estás aquí a mí lado. Compañera, usted sabe que puede contar conmigo.