Sé que por diversos
factores llegas a un punto donde lo único que ves en el espejo es un rostro
extraño, algo que no estaba ahí en la infancia, ves de frente la niñez diluida.
Al ver tu figura, no logras reconocerte, eres pero al mismo tiempo dejaste de
ser. Pasa una cosa curiosa al crecer y
se podría resumir, tal vez, en una oración: El niño se va con el tiempo y se
lleva todo, no deja nada.
No quiero que tus ojos
miren mis palabras dichas apresurada, tonta e infantilmente. No quiero que
digas que he cambiado. Soy el mismo niño de hace diez años, con sus mismas
fascinaciones, con sus rasgos de infancia e inocencia perdidos en el rostro
del tiempo. Pero con la misma mirada llena de sueños, de alegría y de la misma
niñez.
No quiero que tus ojos
duelan al tocar mi piel, no quiero que nada duela. Soy cuerpo, pero antes soy
alma y muero si rosas el borde de mi esencia, que no estaría mal si murieras
conmigo.
Tus ojos dulces y
tristes a un tiempo no controlan su lenguaje, hablan sin parar aunque tú
callas. Escriben en el aire letras que parecen destinadas a mí, no quería
aceptarlo pero no son para mi, son para el que las quiera. Corazón hoy no, hoy
estoy cansado, guarda tus miradas, tu lenguaje y tu hielo…hoy no quiero tus
letras, hoy no quiero nada.
El niño sí quiere
salir, y por este día olvidare que soy caótico, mejor recordare pegado al
pasado como era aquel casi diluido pequeño.
Me perderé en mi tiempo y no molesten…que me estoy volviendo a conocer.
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