lunes, 24 de noviembre de 2014
¿Y si tú dejas de soñar?
Veo ondear la bandera que hay en mi escuela. El cálido azul del cielo despejado tiene el adorno del verde, blanco y rojo, además en su centro hay una imagen que evoca el pasado del pueblo, desde la esperanza que abunda en la tierra firme donde estamos hasta la sangre que lentamente brota de la herida de sus mujeres y hombres en su lucha de libertad. La tersa ondulación de la tela, del viento que allá arriba hace remolinos, del mástil blanco que la alza, la explanada agrietada deformada, silencioso cuerpo de la historia en un símbolo que pertenece a sus hijos, voz callada y mirada alta, manos firmes del obrero en su labor y manos delicadas de las madres, los ojos de los niños y la palabra del poeta; el grito nacional a retumbado en nuestro pecho y el dolor también, la algarabía de mis paisanos, compatriotas de espíritu llano.
Cerros y dulces sabores que salen del fruto. Animales salvajes que son nuestros hermanos, de exótico andar y de bellezas increíbles, donde los antiguos vieron dioses. Brote de la semilla tierna, ríos en su superficie y nutridos manantiales en sus entrañas. Mi patria tiene la vida de la selva y el desolado desierto, cerros y barrancos, ciudades y pueblos. Contiene la violencia de la guerra y el calor del amor, las descargas de las armas y el trueno de los cuetes.
Pero esta bandera, que veo todos los días, está diferente, es actual, es del día de hoy. Y me preocupo, todos hablan por aquí o por allá a lo lejos de su derrumbe que va acelerando, de la inhóspita guarida que se pulveriza, minadas por las conciencias de los ignorantes y los menesterosos de toda materia. Y de repente veo un líquido rojo que escurre por el mastil... mañana habrá fiesta.
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