Para coyote. (Ethos)

Recientemente me encontré navegando en el mar de la memoria buscando un momento, un olor, un sentimiento que pudiera darle forma al amor.

Quise ponerle imagen a una palabra abstracta, intangible, libre, salvaje. Pero no encontré ningún particular en mi cementerio de recuerdos que pudiera ayudarme con tal tarea. Y es que no hay particulares cuando hablamos del amor, porque el amor se da en conjunto y en general. Es decir; no hay un recuerdo aislado sino más bien un acoplado devenir de momentos que nos ayudan a sentir tal abstracción en carne y alma.

Lo importante no es entenderlo sino sentirlo, demostrarlo, escupirlo, hablarlo, nunca tragarlo.

Quizá no compartimos las mismas experiencias, pero todos hemos sufrido un derrame de sentimientos, tinta y corazón. Y es justamente en esos momentos en que nos sentimos desnudos ante el lienzo del pasado y los días. El pincel son los dedos, las caricias a la nada, las palabras.

Las líneas que dejamos en paredes, en hojas, en otras personas, son las mismas que nos quedan en el cuerpo, en la lengua, en la saliva…y aun así pintamos la vida al ritmo que nos toca.

El derrame bien puede surgir de la gota que derramó el tintero, que desbordó el alma, que nos pierde o nos encuentra. Pero nadie puede negar que proviene del amor.

Nunca habrá representación fiel de nadie porque representarnos no es el objetivo. Ser libre es lo que todos buscamos, correr como el coyote entre las dunas, para que cuando llegue el próximo derrame sepamos que hacer con el.

Haz arte, coyote, que no estas solo. Derrama poesía en imágenes, palabras con el corazón. Más de un paso va contigo, por supuesto, cada uno con sus formas e historias.

Tal vez es cierto que cada 7 años maduramos y comprendemos cosas que no son fáciles, pero mientras esperamos esos 7 años, coyote, se tu mismo como siempre y como nunca, que al ser auténticos nos convertimos en artistas pues ya no existe el miedo al fracaso…siempre recuerda, coyote, mantente transparente aunque la tinta siga negra.