sábado, 8 de agosto de 2015

LAZO DE NARANJAS


                                                                                                               ELENA
                                                                                                                                                       
     Te levantas. Miras alrededor. No queda nada. Es decir, nada de lo que buscas. 
Solo cáscaras de naranja diseminadas por todas partes, pañuelos desechables estrujados de lágrimas.
   Se acabaron las naranjas. Te desesperas. Buscas algo que ponerte y sales.
     Estás enajenada, tú vida perdió sentido. Desolada caminas por la calle inmediata y otras, vas cabeza gacha, manos sudorosas en   busca de naranjas. Entras al almacén, la gente te mira raro, te han visto antes.
                       Piensan: ¡que extraña es esta mujer, se trastorna por naranjas ¡
                        Nadie se atreve a preguntar, claro, imaginan que estás loca, solo una demente actuaría así.  Fingir que no se dan cuenta, no hacer caso, mejor aún, dejarte sola con tú manía.              
  La gente es así, se acercan cuando la situación se ve normal  distendida.  Ante rostros angustiados expresiones dolorosas   paranoicas, arrancan a perderse
    Pagas, sales del negocio con muchos paquetes. Te diriges a casa .Quieres comer tranquila
    Frente a la puerta, dejas tú carga en el suelo para abrirla. Entras colocas doble llave Estás sola, te encierras en tú habitación
Tiras  los bolsos sobre tú cama, saltan las naranjas alegres de jugo sobre el cobertor azul. Ya no estás sola. Con tantas naranjas, compartiendo tú espacio, algo puedes controlarte, respirar mejor.
      Empiezas a acariciarlas una por una hasta que eliges la más blanda. Mirándola de frente, le entierras tú uña de costado, como si fuera una fina navaja, la piel es gruesa  con ambas manos te afanas en desnudar la esfera de gajos moteados de blanco, no importa que no estén completamente mondados eliges un gajo al azar, lo llevas a tú boca ansiosa, liberando saliva, en espera del sabor agridulce del aroma que penetra tus poros y es bálsamo para tú cuerpo, somnífero para tus sentidos
      En pocos minutos, te recuestas acurrucada junto a la compañía soleada, te entregas al sueño.
      En medio de esos despertares malditos, en que te culpas, de haber perdido el tiempo, que ahora sirve para  sufrir, te horroriza la realidad. Abrazas naranjas, eliges una, la devoras, animal herido y sigues, tomas otra y otra.
      La piel de tus dedos arde, las uñas repletas de suciedad, jugo y corteza, entran incansables en los redondeces acogedoras.
          Una vez más y más. Irrumpes en cáscara que se dobla con urgencia, se rompe se agrieta.
       No pierdes de vista a la escogida, miras el interior, en el fondo el rostro vehemente de tú hijo.
    Suspendida en el aire, atormentada de imágenes en movimiento, invadida de olores, ruidos, asfalto, ruedas,  piel y pepas de naranja, mientras tus dientes trituran el gajo, transparente y una gota  de jugo alcanza tu ojo, lo sientes arder, te ciega. Ves la luz, el humo, el ruido, los fierros encresparse.
 LLORAS
   Terminas, enjugas tú llanto, arrojas los pañuelos, volando a cualquier parte
 ¡Que te importa ¡
  El te pasó su naranja y te dijo:

“Mamá, cuídame la naranja. Voy a buscar la pelota. 


1 comentario:

  1. Recordé un escrito tuyo en donde igaul hablas de naranjas, el cual me gusta mucho, es de una pareja. =) Cáscaras de naranja diseminadas por todas partes...

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