AHORA Y EN LA HORA
(Homenaje a un Donante)
No
sé tu nombre, pero te debo la vida. Desde siempre estuvo predestinado el día,
el mes, el año, el instante mismo en que tú seguirías viviendo a través mío
para que yo pudiera estar ahora hablándote con la emoción que produce el saber
que respiro y miro el mundo gracias a ti.
¿Quién
escuchó mi grito de dolor cuando supe de mi sangre envenenada?
¿Fuiste tú?
¿El Cosmos?
¿Dios?
Dime, cuando
partiste en ese viaje sin retorno ¿supiste que una parte de tu cuerpo sería el
templo que yo cuidaría por ti?, ¿imaginaste siquiera lo que significa el
milagro de no morir del todo?
Yo cuido con
esmero y respeto sagrado ese órgano pequeñito, no más grande que el puño de mi
mano, que abre su compuerta para lanzar mi sangre en un caudal que va diciendo
“vive, vive, vive”.
Mi sangre
viaja con la fuerza de un río apasionado entre mis venas, pero ahora va limpia,
pura, sana, y quizás desde algún lugar tú escuchas su canto, el mismo que se
escuchó en tu cuerpo cuando aún vivías.
Y en medio de
mi pasmo ante el milagro me pregunto:
¿tú adaptaste
ese órgano limpiador de sangre a mi cuerpo, o yo fui la que adaptó su cuerpo a
él?
Sólo tengo
claro que cada amanecer me parece mentira estar viva, me cuesta comprender el
milagro y el privilegio de haber sido elegida dos veces para contemplar el
mundo.
Miro por ti y por mí el jardín, cada brote nuevo, aspiramos las fragancias de los pinos, inventamos
colores a las flores.
Y siempre la misma pregunta:
¿Por qué yo?
¿Cómo esa misteriosa coincidencia de un instante?, mientras tus ojos se
cerraban yo abría los míos apresada a la esperanza.
El tiempo... el tiempo... El
reloj a mi favor y en mi contra.
Parte de ti ya me había sido
donado y no podía retrasarme. Llegué a
tiempo... El tiempo... El tiempo... El que yo quería apresar cuando el tuyo
había expirado.
Y no sé tu nombre... Pero te llamaré Hermano.
¿Qué puedo prometerte?,
Prometerte hacer de mi vida algo
tan digna como tu muerte en la tierra, porque para el Universo tu alma sólo
está en otra dimensión donde tú ves cada movimiento de mis dedos al escribirte
este homenaje. Puedo prometerte cuidar
de mi cuerpo con una ternura nueva, de esas que no todos conocen, son pocos los
que tenemos el privilegio de nacer cuando veíamos que la Muerte era el umbral
más cercano.
Puedo prometerte hacer de tu
sacrificio mi oración diaria, mi lazo con la Humanidad, mi creencia en el ser
humano. Porque debes saber que ya estoy
transformada en el juglar de tu muerte por darme la vida.
Donde quiera estés, Hermano, sé tan feliz como yo. Nos une un lazo
indestructible que se escribe con la sangre nueva que tú me regalaste.
Es un ciclo, el maravilloso ciclo de la vida, para que haya vida debe existir muerte. Aunque aparentemente son contrarios, son necesarios ambos para crear la armonia. Elena, excelente escrito, en especial por el sentido tan especial que tiene éste. Te quiero, besos.
ResponderBorrarTodo se transforma cuando sabemos que vamos a morir pero el saber que podremos tener la dicha de vivir, se nos hincha en corazón en fracción de segundos. Ama con cada latido que se te ha otorgado. Muy bello y especial tú escrito.
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