viernes, 7 de agosto de 2015

TRASPLANTE

AHORA Y EN LA HORA

(Homenaje a un Donante)

No sé tu nombre, pero te debo la vida. Desde siempre estuvo predestinado el día, el mes, el año, el instante mismo en que tú seguirías viviendo a través mío para que yo pudiera estar ahora hablándote con la emoción que produce el saber que respiro y miro el mundo gracias a ti.
 ¿Quién escuchó mi grito de dolor cuando supe de mi sangre envenenada?
 ¿Fuiste tú?
¿El Cosmos?
 ¿Dios?
 Dime, cuando partiste en ese viaje sin retorno ¿supiste que una parte de tu cuerpo sería el templo que yo cuidaría por ti?, ¿imaginaste siquiera lo que significa el milagro de no morir del todo?
 Yo cuido con esmero y respeto sagrado ese órgano pequeñito, no más grande que el puño de mi mano, que abre su compuerta para lanzar mi sangre en un caudal que va diciendo “vive, vive, vive”.
 Mi sangre viaja con la fuerza de un río apasionado entre mis venas, pero ahora va limpia, pura, sana, y quizás desde algún lugar tú escuchas su canto, el mismo que se escuchó en tu cuerpo cuando aún vivías.
 Y en medio de mi pasmo ante el milagro me pregunto:
 ¿tú adaptaste ese órgano limpiador de sangre a mi cuerpo, o yo fui la que adaptó su cuerpo a él?
 Sólo tengo claro que cada amanecer me parece mentira estar viva, me cuesta comprender el milagro y el privilegio de haber sido elegida dos veces para contemplar el mundo.
Miro por ti y por mí el jardín, cada brote nuevo, aspiramos  las fragancias de los pinos, inventamos colores a las flores.
 Y siempre la misma pregunta:
 ¿Por qué yo?
¿Cómo esa misteriosa coincidencia de un instante?, mientras tus ojos se cerraban yo abría los míos apresada a la esperanza.
El tiempo... el tiempo...  El reloj a mi favor y en mi contra.
 Parte de ti ya me había sido donado y no podía retrasarme.  Llegué a tiempo... El tiempo... El tiempo... El que yo quería apresar cuando el tuyo había expirado. 
Y no sé tu nombre... Pero te llamaré Hermano.
¿Qué puedo prometerte?,
 Prometerte hacer de mi vida algo tan digna como tu muerte en la tierra, porque para el Universo tu alma sólo está en otra dimensión donde tú ves cada movimiento de mis dedos al escribirte este homenaje.  Puedo prometerte cuidar de mi cuerpo con una ternura nueva, de esas que no todos conocen, son pocos los que tenemos el privilegio de nacer cuando veíamos que la Muerte era el umbral más cercano.
 Puedo prometerte hacer de tu sacrificio mi oración diaria, mi lazo con la Humanidad, mi creencia en el ser humano. Porque debes saber que ya estoy  transformada en el juglar de tu muerte por darme la vida.

Donde quiera estés, Hermano, sé tan feliz como yo. Nos une un lazo indestructible que se escribe con la sangre nueva que tú me regalaste. 

2 comentarios:

  1. Es un ciclo, el maravilloso ciclo de la vida, para que haya vida debe existir muerte. Aunque aparentemente son contrarios, son necesarios ambos para crear la armonia. Elena, excelente escrito, en especial por el sentido tan especial que tiene éste. Te quiero, besos.

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  2. Todo se transforma cuando sabemos que vamos a morir pero el saber que podremos tener la dicha de vivir, se nos hincha en corazón en fracción de segundos. Ama con cada latido que se te ha otorgado. Muy bello y especial tú escrito.

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